Los bogas, identidades insubordinadas y vigiladas
Los bogas fueron pioneros del transporte, gestores de redes territoriales y portadores de historias y músicas durante la Nueva Granada. En este texto se aborda cómo su figura de hombres libres y asalariados fue entendida como una alteración del orden colonial en un momento histórico donde la esclavización aún no era abolida y por tal razón, fueron los primeros trabajadores en el territorio cuya labor fue vigilada y regulada mediante la normatividad y el perfilamiento racial.
Figura 1. Champán, embarcación más apetecida para fines comerciales por su gran tamaño. Fuente Helg (2010). Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835.
De los bogas del río Magdalena se encuentran más referencias en diversos registros históricos en comparación con otros personajes afro durante el siglo XVIII y XIX por dos razones[1]: su papel como canal de comunicación entre los pueblos que se configuraban a lo largo del río y por el constante registro de sus cuerpos y formas desde la perspectiva de escritores, pintores, intelectuales, políticos y las fuerzas policiales de la época.
El rol del boga en la dinamización de la economía y en la construcción de redes locales ha sido invisibilizada. Por ello, es importante reconocer las conexiones que generaban los bogas tanto en términos comerciales como territoriales y culturales. En este texto se dimensionan dichas relaciones territoriales a partir de las distancias recorridas (Figura 2), pues a diferencia de otros virreinatos de España, en el Reino de la Nueva Granada (núcleo principal de la actual Colombia), la distancia entre su capital- Santa Fe de Bogotá- y Cartagena, su puerto oficial, era de 650 km en línea recta (Bonil, 2022).
Figura 2. Fuente Página web. Mapa de Colombia con la representación del río Magdalena.
Aquellos 650 km representaban una de las distancia más largas entre capitales y sus principales puertos si se contrasta con la capital virreinato de Nueva España (actual México) y su puerto en Veracruz con 316 km; o con el Virreinato del Perú donde Lima y El Callao (su puerto oficial en el Pacífico), están separados por unos 9 km u otros virreinatos cuya capitales eran puertos en sí mismos como La Habana en Cuba (Bonil, 2022).
Para la articulación del imperio desde un punto de vista comercial, la cercanía entre capitales y puertos era clave y al no contar con esta en el caso de la Nueva Granada, los bogas eran fundamentales para el flujo económico de la nación. Junto con las diferentes cargas y embarcaciones, los bogas también recorrían esos kilómetros movilizando y encarnando otra idea de ser sujeto negro en un contexto donde la colonia exigía una disposición servil cuando había una relación directa entre blancos y negros.
La percepción de “altanería y falta de disciplina” que tenían los blancos y criollos frente a los bogas a causa de un comportamiento desligado a las órdenes de los viajeros, al relacionamiento jovial entre ellos y la marcación propia de su ritmo de trabajo, se considera una reafirmación de su libertad (Nieto, M y Riaño, M, 2011). Sin embargo, esta última característica de la labor no era arbitraria. Por el contrario, los horarios del trabajo de la boga respondían a los movimientos dictados por el río y a las pausas necesarias luego de arduas jornadas laborales de 13 a 17 horas que implicaban exponerse al sol en recorridos de hasta dos meses, a depositar una gran fuerza para impulsar los bongos, piraguas, chalupas y champanes[2] y al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con caimanes, entre otras condiciones del oficio que influían en los tiempos destinados para la boga, el descanso y el goce (Burgos, 2010).
Por tal motivo, la Corona desplegó una serie de acciones para registrar y controlar a estos hombres libres que ejercían un oficio remunerado en un contexto donde la esclavización aún no era abolida. En este sentido, se sigue entendiendo cómo el poder colonial, a través de la norma policial y jurídica, crea circuitos de vigilancia, control y castigo -en términos foucaultianos-, cuando nota un ápice de libertad y autonomía en las personas negras.
Dicho de otra manera, la reafirmación del ser boga fue vista como una subversión del orden colonial. En respuesta a ello, el despliegue normativo y policivo para el disciplinamiento y control de las bogas no se hizo esperar. De tal manera que, desde inicios de los años 20 del siglo XIX, en 1823, el gobierno se empezó a plantear en la necesidad de legislar y regular la boga (Arango, Correa, 2020).
Para el 1 de mayo de 1826 se expidió la “Ley que arregla la navegación del Magdalena”, la cual determinó que debía implementarse el enrolamiento de los individuos que quisieran dedicarse al servicio, encarcelamiento si se presentaban desacatos u ofendían al patrón y pasajeros, registro de la dotación y lo que hubieran recibido de salario[3], establecer los horarios de trabajo y descanso. Esta ley también instauró, a través del inspector de bogas, medidas punitivas a quienes incumplieran con su labor: eran enviados a buques de guerra por seis (6) meses hasta dos (2) años e incluso esa vigilancia y castigo hacia los bogas también se ejecutaba fuera del tiempo laboral, pues eran perseguidos y encarcelados en tierra si estaban después de las siete (7) de la noche para impedir que se entregaran a sus vicios según los administradores de la Corona [4] (Arango, 2020; Bonil, 2022).
El 4 de junio de 1843 se expidió la Ley “Que arregla el servicio de los patrones y bogas del río Magdalena”, la cual atribuyó funciones policivas a los patrones de las embarcaciones, quienes ante demoras, podían castigar a los bogas negándoles el pago y manteniéndolos arrestados en la cárcel (Correa y Arango, 2020). Así también, se estableció que lo bogas no podían abandonar la embarcación o la carga si se presentaba algún percance siempre y cuando el patrón aprobara.
Lo anterior permite dimensionar la importancia económica y social de los bogas del Río Magdalena, quienes habrían sido los primeros trabajadores que en Colombia fueron objeto de normativización para controlar su trabajo libre y asalariado, procurando lograr su obediencia y sumisión ante sus contratantes (Correa y Arango, 2020, p. 7)
En definitiva, las figuras del poder colonial han diseñado múltiples dispositivos para el control y sometimiento cada vez que detectan rasgos de libertad en los sujetos negros. Así se implementaron normas sobre los bogas cuya labor fue regulada en beneficio de las élites blancas y en detrimento de su salud y autodeterminación. Pese a ello, los bogas construyeron otras formas de reafirmar su libertad y expresar una identidad basada en la autonomía, el ingenio y los ritmos propios.
Referencias bibliográficas
Bonil Gómez, K. (2022). Las movilidades esclavizadas del río Grande de la Magdalena, Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII. Fronteras De La Historia, 27(2), 11–39.
Burgos, C. (2010). Rutas de libertad: 500 años de travesía. Ministerio de Cultura.
Correa, Yerson y Arango, Juan (2020). Trabajo y salud de los bogas del Río Magdalena en el siglo XIX. Universidad Libre.
Nieto, M; Riaño, M. (2011). Esclavos, negros libres, y bogas en la literatura del siglo XIX. Universidad de los Andes.
[1] Para conocer más sobre los bogas en su rol principal como dinamizadores de la economía y pioneros del transporte en el país, se recomienda revisar los artículos y vídeos disponibles en la página web de “Kaddume, construyendo memoria” tales como Los bogas del río Magdalena y sus contribución a la construcción de los territorios de Alfonso Cassiani; El boga: remos silentes entre aguas agitadas de Juan David Herrera y el vídeo Episodio II: Bogas, cimarrones y libertos en la colonia
[2] Los bongos, piraguas, chalupas y champanes son las embarcaciones manejadas por los bogas para movilizar mercancías, personas e historias desde Honda (Tolima), hasta Mompox (Bolívar).
[3] El salario de un boga era de 12 pesos, lo cual era bajo según Alexander Von Humboldt (Burgos, 2010)
[4] Las élites blancas y criollas asociaban la libertad de las personas negras o su esparcimiento con los vicios. Tanto así que unas de las excusas para retrasar la abolición de la esclavización fue la preocupación de que los negros y negras dedicaron sus energías a los vicios a tiempo completo. El listado de los “vicios” de las personas negras es mencionada por Dolcey Romero (1997), en Esclavitud en la provincia de Santa Marta 1791 – 1851.